La educación y el paro

Nunca olvidaré las palabras que mis padres me repetían de pequeño una y otra vez: ¡estudia hijo, ya verás como vale la pena! y yo, que me considero más o menos un buen hijo, les hice caso. La realidad era que tanto ellos como yo creíamos que sólo con estudiar y terminar una carrera universitaria se colocaba uno en un magnífico puesto de trabajo. Dos hermanos tengo y a los dos les insistieron con la misma letanía. Yo se lo agradezco y se lo agradeceré siempre, porque el paso por la universidad fue una de las mejores experiencias de mi vida.

La cuestión es que la afirmación era y es bastante simplista, pero para mis padres tenía su razón de ser. Cuando ellos eran jóvenes con estudios universitarios se podían obtener trabajos bien remunerados y con prestigio social, y como ellos no pudieron estudiar querían una mejor suerte para sus hijos. A día de hoy nadie se puede creer que conseguirá el trabajo de su vida con tan solo acabar una carrera. Debes hacer un máster o un doctorado, oposición... es decir, que te tiras estudiando la mayor parte de tu vida y muy posiblemente, si no consigues superar las diferentes cribas no obtendrás el trabajo soñado. Al final puedes acabar siendo un mileurista más (ochocientoseurista o novecientoseurista) tras muchos años de dedicación y esfuerzo. Así está el patio.

Esto ha llevado a muchos a la idea errónea de que estudiar no merece la pena, pues acabaras ganando lo mismo que cualquier otro trabajador sin estudios. Es cierto que muchos trabajadores poco cualificados ganan mucho más que gente bien formada, pero es mentira que no merezca la pena estudiar. A día de hoy el paro se está cebando en aquellos que no terminaron la ESO, de manera que mientras antes de la crisis la diferencia entre la tasa de paro de un universitario y un trabajador sin titulación era de un 4.2 puntos (2005, trabajadores entre 20-24 años) a día de hoy es de 17.9 puntos. En momentos de crisis una sólida formación se constituye en el mejor salvavidas.Por eso nunca dejaré de agradecer a mis padres los esfuerzos que hicieron para que pudiese estudiar. Quizás todavía no haya alcanzado mi sueño de ser profesor, pero gracias a su empeño hay puertas que se pueden abrir. Sin formación esas puertas no podrían abrirse, esas posibilidades simplemente no existirían.

Esta pequeña reflexión se debe a un artículo muy interesante que he leído en MAGISNET titulado "Paro y fracaso escolar: la economía ya paga la factura de la Educación". Si tenéis tiempo dedicadle unos minutos porque merece la pena. Y si alguno de vuestros chavales os dice que no merece la pena estudiar, aquí hay datos actuales que dicen lo contrario.

Un saludo y feliz fin de semana.

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